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domingo, 4 de septiembre de 2011

"El perfecto anfitrión" o los efectos del vino tinto cabezón

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AVISO PARA NAVEGANTES: SI NO HAS VISTO LA PELÍCULA Y TIENES INTENCIÓN DE HACERLO, NO SIGAS LEYENDO PORQUE SE DESVELARÁ LA TRAMA.

Me bajé esta película porque pensé que el título, “El perfecto anfitrión”, aludía a una comedia amable, optimista y simpática, que es lo que me apetecía ver. Pero no, me equivocaba totalmente. Es una cinta de suspense y terror psicológicos (lo de terror es mucho decir), en su mayor parte, aunque el autor ha intentado mezclar también otros géneros, por lo cual comienza con unas escenas de acción y violencia y termina con una trama policial de cine negro, añadiéndole a todo ciertas dosis de ironía y humor, aunque tampoco es que haya logrado hacerme esbozar una sonrisa.

Lo que el director y también guionista se ha propuesto en este filme es, ante todo, soprender cada ciertos períodos de metraje. Y a eso ha sacrificado todo lo demás, sobre todo la verosimilitud del relato, que se va perdiendo hasta caer muerta. Como ya sabemos, cuando se hace referencia a la verosimilitud en una obra de ficción no es en comparación con su cercanía o no a la realidad, sino que tiene que ver con su coherencia interna dentro de su propio marco de significación. Tomemos un ejemplo: “North by Northwest” (“Con la muerte en los talones”) de Hitchcock no es una obra realista ni creíble, ni muchísimo menos. Sin embargo, aunque lo sabemos, nos tragamos todo lo que nos cuenta y salimos tan contentos del cine después de haber pasado un rato bien entretenido. Y eso es debido precisamente a que mantiene una congruencia interna impecable. He ahí una de las magias del creador, la de hacer verosímil lo absurdo. Nick Tomnay, autor de “El perfecto anfitrión” no la posee.

Pues bien, dicho eso, ¿cuáles son las sorpresas que nos depara esta película? Las más importantes son ocho, unas más que otras:

1ª. EL CAZADOR CAZADO

John Taylor en la tienda apuntando a la atracadora
John Taylor acaba de robar un banco y su foto sale en los noticieros. Deja el botín y una bici en un contenedor. Cojeando con un pie herido, intenta comprar desinfectante y vendas en un comercio para curarlo, pero una chica que va a atracar la tienda a punta de pistola -ya es casualidad, jaja-, se lo impide (tiene la mala suerte del de “Jo, qué noche”). Entonces busca refugio en un barrio acomodado de Los Ángeles. Después de un intento fallido de colarse en una de las casas, escarba en un buzón de otra donde encuentra una postal dirigida al dueño, Warnick Wilson, por una tal Julia desde Sidney. Se hace pasar por amigo de Julia para que le deje entrar y lo consigue. 

Warnick Wilson, el perfecto anfitrión

Wilson, que parece un hombrecillo tranquilo y apacible, acoge a Taylor con amabilidad y cortesía, como un perfecto anfitrión, ofreciéndole vino e invitándole a compartir la cena que ha preparado para unos amigos íntimos a los que dice estar esperando, todos con profesiones liberales importantes (abogado, periodista, etc.). La farsa se rompe cuando la radio emite la noticia del robo y revela que una de las cajeras del banco es la que ha reconocido y acusado a Taylor. Éste conmina agresivamente a Wilson a callarse para escuchar mejor lo que dicen y, a partir de ese momento, se quita la careta amigable y se empieza a comportar como un delincuente violento y amenazador. Pero, ahí está la sorpresa, el amable Wilson no es lo que parece y no tarda en tomar las riendas de la situación y mostrar su verdadera personalidad. Las copas de vino tinto “cabezón” que ha ofrecido a Taylor, posiblemente narcotizadas, dejan a éste sin fuerzas, fuera de combate, lo cual permite a Wilson atarle a una silla y comenzar su comedia de terror delirante y de manipulación psicológica.

Wilson "jugando" con Taylor


2ª. LOS INVITADOS IMAGINARIOS

Warnick Wilson rodeado de sus invitados imaginarios

Al principio pensamos, igual que Taylor, que los invitados que está esperando Wilson son reales y por eso el ladrón le obliga a telefonearles para cancelar la cena con una excusa disculpatoria. Pero resulta que no, que el hombre es sólo un psicótico con delirios, un “lunático” (no en vano le vemos, más adelante, tomando una medicación). Posiblemente es un ser dramáticamente solitario, que se ha visto rechazado multitud de veces y cuyo más intenso anhelo es el de la significación social, por lo cual inventa un mundo de fantasía en el que adopta el papel central del gran anfitrión, alrededor del cual se reúne la sociedad de “los que son alguien” (hay un clasismo explícito en toda la película, incluso con el vino. Taylor toma vino tinto, que es más “rústico”, mientras Wilson toma blanco, para él más refinado. Wilson también dice más adelante, refiriéndose a Taylor que “no frecuenta esos círculos”). Así, el “invitado” Taylor asiste, atado en su silla, a una cena de cuatro invitados íntimos fantasmas, a la que luego, sin solución de continuidad, sigue una multitudinaria fiesta de sociedad, también con participantes inexistentes. Los cuatro invitados íntimos no son más que personalidades disociadas del propio Wilson: Roman, abogado negro, es su aspecto más responsable y ético, que se preocupa por el trabajo y por el que se toma al menos la mitad de la medicación (una pastilla en vez de dos); Mónica, una chica negra artista, es su parte más culta, imaginativa y extravagante, por la que no se toma la otra pastilla (el atractivo de la locura que permite trascender la realidad); Rupert, el periodista, es la faceta más voyeur y neurótica, por la que puede caer en los excesos, tanto en la obsesión por la limpieza y el orden, como en lo contrario (hay una escena divertida en la que Rupert va limpiando en el parquet todas las manchas de sangre que va dejando Taylor con su pie herido) y Chelsey, la chica guapa y tonta, representa sus deseos sensuales y los más insustanciales y espontáneos.

El director da un tratamiento irónico a las escenas y es de las partes más logradas. Nos presenta a Wilson como un personaje bastante ridículo y patético en sus deseos, en el fondo de una frivolidad y superficialidad conmovedoras. Por ejemplo, le vemos tomar con los dedos y engullir parte de la cena de sus invitados, para que parezca que están allí, mientras plantea una conversación con ínfulas culturales sobre una exposición de Caravaggio. Ya en la fiesta, donde todos se divierten muchísimo y hay un buen rollito que lo flipas, también vemos a Wilson montarse unos bailoteos en grupo, uno con una coreografía grotesca de discoteca, en la que el anfitrión, cómo no, ocupa el centro, casi en plan Toni Manero, y otro una conga, como las que bailan en las fiestas patronales de los pueblos, jajaja, llevando a cuestas a Taylor, que no puede sostenerse en pie de lo drogado que está. 

Un baño "relajante"

Luego, un bañito glamouroso en la piscina, en el que también hace participar a Taylor, rodeándolo de flotadores para que no se hunda, mientras el pobre Taylor pide ayuda y socorro. Por supuesto, en el mundo imaginario de éxito social de Wilson no puede faltar el flirteo con Chelsey, la guapa, y la consideración de que es un casanova al que todas desean aunque respetan su relación con la viajera Julia, pero, eso sí, sin olvidar por ello ni un ápice a sus demás invitados, ¡faltaría más!. Como colofón a la fiesta y al flirteo, donde el anfitrión hace alarde de su palabrería romántica, viene el sexo puro y duro, claro está, con la chica mona, que menudo culo tiene, según Wilson le comenta a Taylor mientras se la beneficia imaginariamente gritando: “quiéreme, quiéreme” (pobrecito, en el fondo necesita amor, como todos).


Wilson flirteando con Chelsey, su bella imaginaria

Descubrimos también que Julia, el personaje que Taylor utilizó como cebo de entrada, amiga con la que, supuestamente, Wilson mantiene una especial e íntima relación y que le envía postales desde muy diferentes destinos, es también un personaje imaginario, otro alterego, el viajero. Las postales se las escribe el mismo Wilson. Pero esto, después de los precedentes, ya no resulta una sorpresa.


3ª. EL MUERTO ESTÁ VIVO

Durante el desarrollo de la cinta, los espectadores o, al menos, yo, vamos haciéndonos a la idea de que estamos en presencia de un psicópata asesino, por diversas razones. Primero porque Wilson muestra a Taylor un álbum de fotos donde se ven cuerpos heridos y luego degollados, organizados por horas. Suponemos, entonces, que Taylor tendrá la misma suerte y ahí está la manipulación que Wilson ejerce sobre él. Le hace fotos en distintos momentos de la noche, que va colocando en el álbum junto a las otras, creándole la terrorífica expectativa de que a las seis de la mañana terminará degollado de la misma forma. Lo suponemos, igualmente, por una película de la última fiesta que el presunto psicópata emite, con gran regocijo y entre risitas morbosas de satisfacción, y en la que el propio Wilson se autolesiona con un enorme cuchillo en pecho y abdomen, provocándose enormes heridas.

Taylor intenta ganarse la simpatía de Wilson mostrándose como un invitado satisfecho y queriendo participar en sus delirios, supongo que como una forma de evitar el fatídico final. Apelando a su sentido de la hospitalidad, le propone una partida de ajedrez, juego en el que Taylor parece ser bastante ducho sin que Wilson lo sospeche. La apuesta es que Wilson le deje marchar si gana. Y así ocurre: Taylor gana y Wilson acepta que se vaya. Pero nuestro perfecto anfitrión aún no ha jugado su último cartucho. Ahora ejerce una manipulación directa. Le humilla espetándole que no ha estado a la altura de la circunstancias, que no es nadie y que no vale nada. Y Taylor, en vez de largarse, pica el anzuelo y entra al trapo, lleno de rabia. Coge una de las armas que hay encima de la chimenea y se la clava a Wilson en el estómago. Pero resulta que ¡¡¡es de atrezzo!!!, y no le hace ni un rasguño, claro.

A continuación vemos a Taylor tirado entre las bolsas de basura, fuera de la casa, y nos lo imaginamos muerto, mientras la vecina cotilla de Wilson está llamando a la policía pensando lo mismo, supongo. Pero no, nueva sorpresa: ¡¡¡¡el muerto está vivo!!!.¡ El acabóse! Todo ha sido una farsa. Las heridas de Taylor son tan engañosas como las armas falsas. Puro maquillaje en el que se entretiene Wilson para hacer las fotos macabras de las víctimas en su siniestro jueguecito. Todo ha sido una burla cruel del perfecto anfitrión.


4ª. LA IDENTIDAD DE WILSON

Los detectives que trabajan para Wilson

Llega el momento de enterarnos de que Wilson no es nada más y nada menos que ¡¡¡Teniente de la policía!!! ¡¡tócate un pie!!. Aquí los invitados íntimos imaginarios se convierten en la cohorte de policías de Wilson, vestidos de uniforme, que le siguen a todas partes. Creo que, en este caso, se le ha ido un poco la pinza al director, pero es sólo una opinión. Este golpe de efecto para mí ya es forzado, porque comienzas a preguntarte cosas. Y eso no es bueno en una película de entretenimiento y evasión como ésta. Todo debe aceptarse con naturalidad sin que te cuestiones nada. Una de las preguntas que te haces es por qué, siendo Wilson un cargo policial, ni se le ha ocurrido detener al ladrón en ningún momento. Con sus ansias de significación social, atrapar a un tipo en busca y captura hubiera supuesto ponerse una medalla y salir en los medios, cosa que cabe la posibilidad de que le hubiera complacido bastante al perfecto anfitrión. Vale que Wilson es un personaje bastante desquiciado y puede ser en realidad un tipo introvertido al que le guste más jugar morbosamente en privado con las personas que se acercan a su casa que obtener favores públicos, para los que sólo guarde un ámbito de deseo en la pura fantasía. Pero, por otro lado, conserva la suficiente lucidez para saber perfectamente lo que hace. Y queda claro que no muestra, desde luego, ningún instinto policial, a pesar de tener un cargo como teniente, que ya posee una cierta entidad en el cuerpo, y a pesar del discursito que da a sus compañeros, en una de las escenas finales, sobre que “ser policía es más que un trabajo” y sobre la necesidad de un efecto disuasorio de la criminalidad por parte del Estado (¿el juego con Taylor ha tenido una intención disuasoria? Lo dudo mucho) Wilson no da el tipo, la verdad. Además vive en un barrio acomodado, en una buena casa con piscina, que no se sabe muy bien si una persona de su puesto se puede permitir con su sueldo.

Por los acontecimientos posteriores, parece insinuarse y/o deducirse que deja marchar al ladrón para que le lleve hasta el dinero, del que quiere apropiarse (¿Significará esto que se ha adueñado de otros robos y por eso puede vivir donde vive?). Pero tampoco cuela demasiado. Primero porque cuando tiene a Taylor en su poder hubiera podido forzarle más fácilmente a decir el paradero de la pasta. Segundo, porque Wilson no puede prever en absoluto si las circunstancias que se desarrollarán a partir del momento en que lo deja libre, azarosas de todo punto, podrán situarle en disposición de poder conseguir el botín.


5ª.CHERCHEZ LA FEMME

John Taylor y Simone

En una película negra que se precie, como es ésta en sus metros finales, no puede faltar la mala, la femme fatal. Pero me temo que ésta no tiene demasiado valor. Aparece en unas imágenes en flash back, mientras Taylor está siendo sometido a los juegos de Wilson. Pareciera que el director la ha introducido para mostrarnos que Taylor, a pesar de ser un ladrón y un tipo violento, en el fondo tiene un corazoncito sensible y enamorado y así lograr que sintamos simpatía por él como víctima de Wilson. Pero la verdad es que, al menos en mi caso, no lo consigue. La cuestión es que la “mala”, Simone, es una cajera del banco que ha atracado Taylor, su cómplice, con la que mantiene una relación sentimental y que le ha traicionado reconociéndole y acusándole como el perpetrador del robo. En las imágenes retroactivas vemos a Taylor con su novia en escenas románticas, entre otras, acarameladitos en la bañera rodeados de velas, mientras él le enseña los movimientos del ajedrez. Por los diálogos se descubre que ella le ha engañado miserablemente. Ha fingido estar gravemente enferma, para inducir sibilinamente a Taylor a llevar a cabo el robo, con el fin de pagar el tratamiento de la enfermedad y para que ella no tenga que volver a trabajar con la salud supuestamente quebrantada. También ha fingido unos sentimientos por Taylor que, evidentemente, no posee. Simplemente le ha utilizado.

Una vez Taylor libre de Wilson y consciente del engaño de la chica, va a buscarla. Tal como, presumiblemente, habían convenido, ella habría recogido el dinero del contenedor y alquilado un vehículo para huir juntos. Pero Taylor, después de unas llamadas a empresas de alquiler, descubre que ella va a salir de viaje una hora antes de lo pactado, con la intención, por supuesto, de largarse sola con el vil metal. El caso es que la encuentra en un aparcamiento y, después de unas palabras de excusa de ella y de reproche de él, Taylor se va en el coche con el dinero, dejándola plantada. A ella la detiene la policía poco después, ya que la habían seguido, esperando dar con Taylor también por ese medio, gracias a unos vídeos de las cámaras de seguridad del banco que la revelan como implicada en el robo. Cuando Ben, el compañero policía listo, muestra a Wilson esos vídeos, me hace gracia que cambie de una imagen a otra o las agrande o las enfoque en el ángulo que quiere sólo con dos toquecitos en la tecla espaciadora. Ese gesto se repite bastante entre una imagen y otra, ¡¡¡qué dominio de la informática!!!

En mi opinión, las melífluas escenas en flashback, son perfectamente suprimibles en la película y no aportan nada a la trama. Sólo con saber que Taylor tenía una cómplice y que le ha traicionado es más que suficiente.


6ª. EL ROBO AL LADRÓN

Ben Morton en el coche policial siguiendo a Simone
Wilson va precisamente en el coche de policia que sigue a la novia de Taylor hasta el garaje donde va a encontrarse con éste. Le acompañan su detective Ben Morton y otro. El teniente se baja del coche diciéndole a sus acompañantes que va a mirar en la planta de abajo (¿ha surgido ahora espontáneamente la idea de quedarse con el dinero?). Mientras los otros detienen a Simone, la chica, Wilson va a la garita de salida del parking para esperar a Taylor Para eso tiene que dejar fuera de combate al vigilante de la garita. Cuando Taylor pasa, antes de que suba la barrera, le agarra del brazo a través de la ventanilla y le apunta con una pistola. Tiene lugar este diálogo (entre medias Wilson se comunica con los compañeros detectives por los walkie talkies y miente al negarles que haya visto a Taylor. Da órdenes de que miren en la azotea y en las escaleras y se vayan para la comisaría y le esperen allí):

Wilson: Con eso no se puede salir, dame las llaves. No pensarías que te ibas a librar
Taylor: Lo juro, si me detienes, te voy a arrastrar conmigo. Puedo describir tu casa al detalle.
Wilson: Soy policía, ¿de verdad piensas que alguien te va a creer?
Taylor: Pues sí.
Wilson: Tienes pelotas, lo admito, aunque no sabes aguantar unas copas.
Taylor: ¿Y ahora qué, Warnick ?
Wilson: Asumiendo que tengas el dinero, podemos llegar a un arreglo. O puedo dispararte mientras intentabas escapar.
Taylor: Nunca has disparado a nadie, ¿verdad?
Wilson: ¿Tú crees? Decídete. Mis detectives están a punto de bajar (le sigue apuntando hasta que Taylor abre el maletero y puede coger la maleta con el dinero). Los aduaneros son duros. Esto te vendrá bien en la frontera (saca dos fajos de billetes y se los entrega a Taylor)
Taylor: Gracias
Wilson: No me lo agradezcas, John. Haces las cosas muy entretenidas. Buen viaje.

Y le deja marchar. Sale del parking con la bolsa de dinero.


7ª. LA FOTO Y LA SOSPECHA.

Ben Morton con la foto

Han pasado un par de meses y Ben Morton, el detective a las órdenes de Wilson, recibe desde Méjico una foto “perturbadora” que le envía Taylor. Es una de las que sacó Wilson mientras le tenía secuestrado y en la que se les ve a Taylor y a él juntos. Lleva una nota abajo que pone: “WATCH OUT!” (“¡cuidado!”). Esto le hace sospechar a Ben de Wilson, junto a la llamada de la vecina que había visto a Taylor en casa de Wilson y que el policía no había tenido en cuenta hasta entonces por considerar un poco trastornada a la señora. Va al despacho de Wilson a comentarle sus sospechas, pero éste le quita hierro al asunto, diciendo que la foto es un montaje (cosa imposible porque es una foto de Polaroid) y que si se le escapó Taylor en el parking es porque está mayor.

En fin, todo esto lo ha ideado el director para montar un final del tipo que se da en algunas películas de terror: el asesino queda libre, aparece una nueva víctima y todos pensamos: ¡¡¡ocurrirá otra vez!!!. Y salimos del cine con esa sensación inquietante. Un ejemplo de este tipo de final lo tenemos en “El coleccionista” de William Wyler, donde un joven coleccionista de mariposas, poco integrado socialmente, por decirlo de alguna manera, retiene en un sótano a una joven que le gusta con la intención de que se enamore de él y de formar una pareja. Esta chica muere y él va en busca de la segunda.

El final de “El perfecto anfitrión” se cae de bruces por dos razones fundamentales:
  • ¿Qué ha pasado con el vigilante de la garita del parking? ¿Wilson lo mató o sólo lo dejó KO? Imaginamos que lo segundo porque Wilson no es de mucho disparar, jejeje. Si sigue vivo, ¿no ha reconocido a Wilson como el agresor o, al menos, no han recaído las sospechas en él que es el que estaba por esa zona del aparcamiento? El director ha obviado esto, supongo que esperando que no caigamos en esa circunstancia.

  • La foto que recibe Ben Morton, ¿por qué no va acompañada de una carta donde Taylor explique todo? Es absurdo que ponga sólo esa nota de ¡cuidado con éste! Taylor está en otro país, en Méjico. Le buscan de todas maneras por el robo. Si quiere acusar a Wilson, ¿por qué no es más explícito? Pues por la sencilla razón de que al director no le interesa que lo haga, para que siga la ambigüedad y para conseguir ese final también sorpresivo a toda costa. Una chapuza.


8ª. UN NUEVO INVITADO PARA EL ANFITRIÓN

Ben Morton, el detective de Wilson y que sospecha de él, será su nuevo invitado de “cenita” y, seguramente, de juegos morbosos, con sus otros invitados de piedra. Wilson le ha convencido, a pesar de que Morton quiere empezar una investigación más oficial contra él, apelando a su amistad de seis años en el cuerpo y a que podrá husmear por toda la casa....

Y para que nuestro protagonista pueda ejercer de nuevo de “perfecto” anfitrión, para un efecto inquietante que no se consigue, se ha sacrificado cualquier verosimilitud.

En fin, una película entretenida, con un final realizado bajos los efectos del vino tinto “cabezón”.



1 comentario:

  1. Hola. Me ha gustado mucho tu entrada, sin duda eres una persona que analisa bien una película, va por partes y no se deja llevar por la emoción. Espero que tengas más entradas.

    Saludos.

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